El Guando
Hace muchísimos años vivia un hombre muy avaro, incivil, terco y malgeniado, que no le gustaba hacer obras de caridad ni se compadecía de las desgracias de su prójimo.
Los pobres del campo acudían a el a implorar ayuda para sepultar a algún vecino, pero contestaba que el no tenia obligación con nadie y que tampoco iba a cargar un mortecino. Que les advertia, que cuando el se muriera, lo echaran al río o lo botaran a un zanjón donde los gallinazos cargaran con él.
Por fin se murió el desalmado, solo y sin el consuelo de una oración. Los vecinos que eran de buen corazón, se reunieron y aportaron para los gastos del entierro. Costruyeron la camilla y, cuando lo fueron a levantar casi no pueden por el peso tan extremado. Convinieron en hacer relevos cada cuadra, a fin de no fatigarse durante el largo camino al pueblo. Al pasar el puente de madera, sobre el rio, su peso aumentó considerablemente, se les zafó de las manos y el golpe sobre el maderable fue tan fuerte que partio el puente y el muerto cayo a las enfurecidas aguas que se lo tragaron en un instante.
Al momento los hombres acompañantes bajaron a la corriente y buscaron detenidamente pero no hallaron ni el andamio.